«El hilo fantasma,» ganadora al Oscar por mejor diseño de vestuario (de Mark Bridges)

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El domingo pasado, Mark Bridges fue galardonado con el Oscar al mejor diseño de vestuario por El hilo fantasma, la más reciente obra de Paul Thomas Anderson. Aunque criticada por muchos, hay que aceptar que el vestuario de la película es, sin lugar a dudas, una obra maestra.

El filme narra la tóxica historia de amor entre un aclamado diseñador londinense, Raynolds Woodcock (interpretado por Daniel Day-Lewis), y la joven Alma (Vicky Krieps), una mesera que el diseñador «rescata» de su vida en el campo y la lleva a la ciudad, para convertirla en su musa y amante. Todo esto sucede bajo el ojo vigilante de la poderosa hermana del diseñador, Cyril (Lesley Manville), quien además dirige el negocio, y en el taller del diseñador. La historia de amor es un estudio de la fuerte masculinidad del diseñador, la perseverancia a veces terca de su amante y el poder femenino y maduro de la hermana; a ratos, además, se convierte en una especie de thriller (aunque tal vez demasiado largo para mi gusto), en donde uno no puede parar de preguntarse en qué momento quién va a acabar con quién en esa obsesiva relación.

Pero a medida que se desarrolla el romance, ocurre, también, una transformación en el vestuario que marca la narrativa de la película. No es sorprendente, entonces, que algunos de los críticos de la misma se hayan atrevido a asegurar que «el personaje principal de la película es la ropa.»

Como lo explican los grandes estudiosos de la moda en el cine, el vestuario debe ser mucho más que una maravillosa creación para cubrir el cuerpo del actor. El vestuario debe narrar su propia historia y contribuir a los elementos más esenciales de la película —la luz y el color, por ejemplo—. Debe, también, negociar la relación entre los personajes a los que viste y la audiencia que lo ve. Y en el cine histórico, debe ocupar un espacio en el que cohabitan la moda contemporánea con la moda del periodo histórico en que se basa la película. Pero, a pesar de ser una gran creación de costura, el vestuario para el cine suele ser considerado un mundo aparte de la moda y casi el extremo opuesto de la Alta Costura.

Tal vez el mayor logro de El hilo fantasma es que logra conectarlos a los dos.

Los primeros minutos de la película nos dan un tour por el taller del diseñador que la protagoniza —una representación para nada errónea de lo que hubiera sido uno de estos talleres en Londres hacia mediados de los 50s, época en que transcurren los hechos—. A lo largo de la misma, vemos su proceso de creación: la prueba de prototipos en el cuerpo muy a lo Balenciaga, la escogencia de colores y telas para un vestido, un proceso de largas y repetidas pruebas en clientes y modelos, el trabajo de las petits mains dándole vida a los vestidos, y hasta un desfile de modas al estilo de la época.

Quizás éste fue el desafío más grande que pudo enfrentar Mark Bridges en su diseño de vestuario para la película: darle vida a una colección de un diseñador ficticio, que encajara en el mundo real de la moda de mitad de siglo en Londres, y que a la vez jugara el rol esencial del traje en la narrativa de la película.

Todavía no logro decidir si los vestidos de Raynolds Woodcock lograron participar dentro de la producción creativa de los 50s: son demasiado rígidos y su historicismo es demasiado literal para la época. Varios de sus vestidos parecen más copias mal hechas de cuadros renacentistas que una creación inspirada en estilos del pasado, como lo fue, entre otras, el New Look de Dior —que abrió el paso a los estilos que hoy asociamos con los 50s—. Al mismo tiempo, la rigidez de sus vestidos parece coincidir con la personalidad casi maniaca del personaje y con su obsesiva relación con Alma, por lo que no me sorprendería que alguien como él, en la vida real, hubiese creado vestidos así.

A lo que sí le hago venias es a la forma en que Bridges logró hacer del vestuario un elemento esencial en la narrativa de la película. Por una parte, el esfuerzo casi sobrenatural que hace Woodcock para lucir siempre presentable parece mostrar no sólo su obsesión por permanecer vigente, como diseñador, en un mundo de la moda siempre cambiante, sino también su deseo de esconder sus inseguridades más personales. Por otra parte, la apariencia siempre impecable de su hermana Cyril —y sus vestidos muy a lo New Look— reflejan su seguridad en sí misma, su poder femenino y su madurez, casi opuestas a su hermano.

Pero es en Alma en donde se encuentra la verdadera obra maestra. Son sus vestidos los que realmente reflejan la narrativa de la historia y los que nos hacen sentir las virtudes y los daños de su amor obsesivo por el diseñador.

A medida que Woodcock siente su vida y su taller invadidos, desbalanceados y hasta arruinados por la presencia de Alma, sus diseños —que, naturalmente, la visten a ella— adquieren tonos más oscuros y formas más sombrías. Y a medida que Alma se va transformando en la dama de sociedad, y entiende y establece su rol en la vida de Woodcock, su estilo se vuelve más elegante, su caminar más fuerte y su postura más rígida. Esto lo vemos en vestidos con telas más finas, satinadas y bordadas con detalles que la cámara puede resaltar.

A pesar de que Alma adopta casi por completo su papel de esposa del diseñador, nunca pierde su individualidad ni se deja domesticar completamente por la masculinidad tóxica de él. Es más, podríamos decir que es ella quien termina definiendo el ritmo de vida y creación del diseñador. Y esto lo vemos en el rojo de sus trajes: el uniforme rojo de mesera, que lleva puesto cuando conoce a Woodcock; el vestido rojo con encaje que pasea sonriente por el desfile de modas, en un momento en que las sonrisas estaban más que prohibidas en una pasarela; y el vestido rojo que ella misma cose para hacerle una cena a su marido, que más que romántica es el punto de quiebre de la relación, en donde ella aprende a manipularlo, sin dejar de ceder nunca a sus requerimientos.

Así es como el vestuario se convierte el protagonista de esta película y cómo Mark Bridges se lleva su —muy merecido, creo yo— segundo Oscar por diseño de vestuario. Así es como Anthony Lane, establecido crítico de cine para The New Yorker asegura que  «El hilo fantasma es uno de los más seductores retratos de la moda aunque, al final, no es una película sobre moda.» Y así es como yo, la hiperactiva que le huye a las películas largas, me aguanté más de dos horas de romance tóxico, que, si no fuera por los vestidos, me hubiera hecho llorar y sacado corriendo a los tres minutos (como a Jennifer Lawrence).

Laura Beltrán-Rubio es curadora, investigadora y educadora de moda, con énfasis en Latinoamérica y las artes indígenas globales. Recibió su Maestría en Estudios de Moda de Parsons School of Design (Nueva York) y su Ph.D. de la Universidad de William & Mary (Virginia). Su trabajo explora las construcciones de identidad a través de la moda y el arte.

En 2019, diseñó y dictó el primer curso introductorio a los Estudios de Moda en Colombia, ofrecido a través de la Maestría en Diseño de la Universidad de Los Andes en Bogotá. Actualmente es Profesora en De Montfort University (Reino Unido) e Investigadora Senior en Fashion and Race Database.

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