Resulta fundamental hacer un recorrido a lo largo de nuestro continente para contar las historias de los diseñadores que hicieron y hacen la historia en la modaSegún la política editorial de Fashion Theory: The Journal of Dress, Body & Culture, la moda es una «construcción cultural de la identidad encarnada.» Como tal, la moda abarca una… Ver más de nuestra región. Por eso reconocemos los nombres de aquellos diseñadores y diseñadoras latinoamericanas que han hecho historia y han sentado las bases para que hoy podamos estar hablando, estudiando y haciendo moda en América Latina.
¿Qué es lo que se te viene a la mente cuando piensas en “diseñador de moda”? O más bien… ¿quiénes? Seguramente entre las respuestas más comunes estarían Christian Dior, Coco ChanelGabrielle «Coco» Chanel es, sin lugar a duda, la diseñadora de modas más famosa de la historia. Más palabras se han escrito sobre ella que sobre cualquier otro creativo de… Ver más, Cristóbal Balenciaga… y aunque sí, podemos decir que ellos fueron diseñadores, el término como tal no surgió sino hasta la década de 1950 para los diseñadores industriales y fue hasta los 70 que ya se reconocía este título en la moda también. Y con o sin título, al mismo tiempo que los grandes diseñadores europeos surgían figuras relevantes en la historia de la moda en latinoamérica y es hora de que hablemos de ello también.
Aunque no podemos —ni deberíamos— ignorar los contextos en que surge la moda, éstos han sido vitales para la escritura de la historia de la moda global. En Latinoamérica, en donde esta historia apenas se está descubriendo y difundiendo, es importantísimo que aprendamos a reconocer quiénes son los nombres que han hecho parte de nuestra historia.
El objetivo es plantear los nombres de la región, comenzando por tres diseñadores mexicanos que pueden reconocerse fundamentales como aquellos de la “generación del New Look” en Francia (Dior, Balmain y Jacques Fath) o como las tres G en Italia (Gianfranco Ferré, Giorgio Armani y Gianni Versace).
Ramón Valdiosera
El primero de ellos es un personaje fundamental para la moda en México: Ramón Valdiosera. Valdiosera fue un diseñador de moda, autor, pintor, ilustrador, caricaturista e historietista mexicano. Nació el 28 de abril de 1918 en Ozuluama y murió en Ciudad de México a los 98 años, el 11 de abril de 2017. Él es uno de los diseñadores más reconocidos e importantes en la historia de México. Tanto así, que muchos lo conocen como el padre del diseño mexicano. Muchos otros lo llaman el padre de la alta costuraAlta costura. ¿Cuántas veces no hemos oído este término (o su equivalente en francés, haute couture)? Es tal vez una de las expresiones más usadas de la moda; un término que… Ver más en México.
Una de las contribuciones más grandes de Ramón Valdiosera como diseñador de modas es que su trabajo se enfocó principalmente en resaltar la cultura mexicana a través de la vestimenta. Para lograrlo, recorrió el territorio mexicano en busca de inspiración basada en la diversidad de tejidos, colores, texturas y bordados que se producen en las distintas regiones del país. En este proceso reconoció el valor de las creaciones indígenas y el importantísimo legado de los textiles en los territorios mexicanos, cuya historia es muchísimo más antigua que la misma invasión europea y la colonización que se impuso con ella.
Así, incorporó prendas con legados prehispánicos en sus propias creaciones. Tal vez la más representativa de ellas fue el rebozo, que es una prenda que hoy consideramos típicamente mexicana y cuyas raíces se han asociado con el entrecruzamiento de culturas precolombinas, europeas y hasta asiáticas durante el periodo colonial. Ramón Valdiosera exaltó la naturaleza del rebozo como una prenda típicamente mexicana para así cumplir su misión de promover la moda mexicana dentro y fuera del país.
Y es que a Ramón Valdiosera se le atribuye haber puesto la moda mexicana en el mapa global, entre otras, porque logró exportar sus creaciones a desfiles en Estados Unidos y Canadá. A él también se le atribuye la creación del llamado “rosa mexicano”, ese rosa intenso que incluso hoy asociamos con México y que vemos hasta en la arquitectura de Luis Barragán. El rosa mexicano ha sido utilizado por muchos nacionales como símbolo de su identidad pero, desde afuera, también ha sido visto como representativo de la cultura mexicana. En la moda, el éxito de este color como símbolo de mexicanidad se lo debemos en gran parte a Ramón Valdiosera. No sólo usó el color en muchas de sus colecciones, sino que también fue el protagonista de sus diseños para los uniformes de la aerolínea mexicana, que diseñó entre 1968 y 1969.
Valdiosera también conformó una marca de prendas llamada, “Maya Mexicana” la cual se encargaba de vestir a las mujeres mexicanas en la época. Gracias a los esfuerzos de este personaje se inició a construir el camino de la moda nacional. En los años 40 fue el primer modisto en manifestar que urgía inventar moda 100% mexicana. Este defensor de la cultura nacional encontró a la moda como el medio para materializar las necesidades ideológicas que se vivían en su época: la post-revolución, la gran escuela mexicana de pintura y el cine de oro.
Su amor por México, sus tradiciones y la moda lo llevó a abrir en 1959 el Museo de la Moda en la calle de Varsovia, Zona Rosa, con una diversa colección de esculturas y joyería prehispánicas. Otra de las contribuciones al mundo fue su libro “3000 años de moda mexicana”, una de las pocas fuentes de historia de la moda en México que existen, un recuento antropológico de la historia de la moda en el país.
En 2009, su exposición Rosa Mexicano. Moda e identidad: la mirada de dos generaciones invitaba a los miembros de la moda nacional a cuestionarnos nuevamente ¿Qué es la moda mexicana? La visión de Valdiosera fue el punto de partida para que en México la moda fuera vista como parte de nuestra cultura, empezáramos a buscar nuestra identidad en ella y generáramos propuestas llenas de talento.
Armando Valdés Peza
Por esta época, que coincidió con la edad de oro de Hollywood, hubo un fenómeno particular: la diseñadora de vestuario cinematográfico Edith Head –quien creó para Audrey Hepburn, Grace Kelly y Katherine Hepburn– se convirtió en la diseñadora de moda más influyente del momento pues, sin internet, las películas eran el medio de difusión de tendencias más importante en Estados Unidos y las divas del cine se convirtieron en íconos totales de moda. Head hacía vestuario, pero sabía muy bien que sus creaciones dictaban el estilo de la mujer norteamericana.
En México, su equivalente pudo ser el diseñador, escritor y actor Armando Valdés Peza. A él lo contrataron para diseñar el vestuario de su primera película “Yo bailé con Don Porfirio” en 1942. Tan sólo cuatro años después, Emilio ‘El Indio’ Fernández le daba el ‘sí’ para vestir a María Félix y Jorge Negrete en el filme “El Peñón de las Ánimas” y luego en “Enamorada”.
De ahí en adelante, Valdés Peza se convirtió en el diseñador preferido y amigo personal de Dolores del Río y la Doña, quién lo llevó a Europa con ella para tener sus diseños siempre a su disposición. Se puede decir que Armando introdujo y entrenó en María Félix el gusto por la ropa elegante, que después la llevaría a convertirse en cliente frecuente de las casas de moda parisinas de Dior y Hermès.
En nada menos que 97 películas, Armando Valdés Peza, junto con el genio de ‘El Indio’ y el cinematógrafo Gabriel Figueroa, consolidó al cine mexicano como una manera de captar y difundir los valores, identidad y estilo nacional con el mismo poder que los murales de Rivera o las novelas revolucionarias de Mariano Azuela o Martín Luis Guzmán. Además, las creaciones de Valdés Peza tuvieron el mismo efecto en Hispanoamérica que las de Edith Head en Hollywood: como él vestía a María en sus películas y en su vida, así era el estilo con el que las latinoamericanas soñaban. Por ejemplo, le diseñó a María Félix el vestido de novia para su boda con Jorge Negrete y otros atuendos para sus viajes, inspirando el estilo de muchísimas otras mujeres. María Félix y Eva Perón imponían moda.
Entre otras cosas, Armando Valdés Peza escribió para El Universal en la sección “Crónicas de México” reseñando los eventos sociales de las clases altas desde su postura de socialité, pero fue a través de sus películas que hizo su mejor trabajo. Ayudando a María Félix a convertirse en el ícono que las mexicanas querían emular y que todo el mundo admiraba, ayudó a establecer a México, junto con otros maestros como Ramón Valdiosera, como un país en el que el estilo y la elegancia internacional eran parte de la vida diaria de un sector de la sociedad mexicana.
Valdés Peza lanzó la idea de inspirar las modas de las muchachas mexicanas en motivos indígenas, de vestir a las mexicanas contemporáneas con creaciones basadas en cómo se ataviaban las y los mexicanos antiguos. En una colección de dibujos de 1943, Valdés Peza presentó sus ideas personales sobre el vestido femenino. Idea que VOGUE “tomó” sin darle crédito.
Henri de Chatillon
Henri de Chatillon es un diseñador poco conocido, pero fue uno de los pioneros de la moda en México. París, la cuna y autoridad en la moda, le regaló un poco de su talento a Henry Hutchinson —de padre británico y madre francesa— nacido en ‘la Ciudad Luz’ en 1902, pero que después se trasladó a Pachuca, México. Partió para estudiar, regresando a la ciudad de México tal vez en 1942 (aunque realmente no podemos decirlo con certeza, pues las fuentes son oscuras). Lo que es un hecho es que abrió una tienda de sombreros carísimos y fantásticos bajo el nombre Henri de Chatillon, en una mansión sobre Paseo de la Reforma, en la antigua casa de una amante de Maximiliano.
Henri de Chatillon es un personaje curioso porque, aunque no hay mucha información disponible sobre él, sabemos que participó en un programa radial con Ramón Valdiosera y Armando Valdez Peza. Tanto Valdez Peza como De Chatillon negaron vehementemente que pudiera existir una moda mexicana, mientras que Valdiosera argumentaba que la moda mexicana sí podía existir y, además, era absolutamente necesaria. En una versión escrita de esta conversación, publicada entre julio y agosto de 1949 en la revista Nosotros, Henri de Chatillon aseguró que: “México está muy atrasado, no hay materiales, las telas no sirven y no se podría competir con lo europeo ni menos con lo norteamericano”. El diseñador también se atrevió a asegurar que la mujer mexicana no podía ser elegante por las proporciones de su cuerpo—contribuyendo al legado con el que tenemos que convivir hoy de creer que la moda no existe a menos de que sea europea y/o creada para cuerpos con rasgos europeos.
El otro pedacito de información que tenemos sobre Henri de Chatillon es un retrato que le hizo Diego Rivera en 1944. Se trata de un óleo de estilo Art Deco, en el que podemos ver al sombrerero probándose, frente a un espejo de cuerpo completo, un pequeño sombrero de dama con dos flores, una especie de tulipanes rosáceos que parecen orejas de burro. El sombrerero está frente a una mesilla llena de sombreros, muy pequeños y un poco torcidos, que presumiblemente va a probarse, reflejado en el espejo. Si se fijan, la historia de muchos diseñadores famosos empieza con “hacía sombreros”, y esto es porque la profesión de sombrerero tenía sentido en la primera mitad del siglo XX, cuando todos llevaban sombrero, cuando se consideraba una rudeza ir por la calle con la cabeza descubierta. Esto para dar un poco de contexto.
Sus creaciones fueron reveladoras para México por su creatividad y el ‘savoir faire’ francés que demostraba. Las señoras de la sociedad capitalina podían adquirir los sombreros que veían en las revistas europeas —medianamente accesibles en el Palacio de Hierro— pero ahora reinterpretados por un auténtico parisino dedicado a satisfacer a su adinerada clientela. En 1947, cuando Christian Dior apenas debutaba, Henri de Chatillon ya introducía una línea de vestidos para complementar sus sombreros; aún cuando sus inspiraciones y materiales eran mexicanos, sus diseños evocaban definitivamente a París.
Media hora antes del desfile anual organizado por Henri, los Packards y Cadillacs con sus rigurosos choferes uniformados, dejaban a las clientas frente al taller en el número 260 de Reforma, la Glorieta de la Palma, parando el tráfico de la avenida en aras de la moda. Una a una desfilaban las modelos estadounidenses y francesas exhibiendo los trajes de día y vestidos de noche (entre otras monerías imaginadas por Henri) que iban de los 1,500 a los 5,000 pesos y que llevarían durante todo el año las matronas de la alta sociedad mexicana.
Con 78 trabajadores y mil vestidos al año, Chatillon hizo de sus creaciones elegantísimas un negocio de un millón de pesos al año, algo enorme para la época. Poco tiempo después comenzó a exportar a las grandes tiendas de Estados Unidos, como los famosos almacenes Neiman Marcus en Dallas, en donde se vendían ediciones de sus modelos a precios más elevados. Al igual que Dior, Henri era un buen modisto con un entendimiento agudo de los negocios.
Chatillon tiene el fabuloso mérito de haber traído hasta México una probada del esplendor de la alta costura parisina en su época de oro. Un estilo que las mexicanas adoraron: las señoras de la Roma y Polanco por fin lucían como Ava Gardner o la sensacional Marlene Dietrich, todo gracias a Henri de Chatillon.
Óscar de la Renta
Cambiemos ahora de país y vayamos hacia República Dominicana, en donde nació Óscar de la Renta en la ciudad de Santo Domingo en 1932. Murió en Kent (estado de Connecticut), Estados Unidos, en el 2014. Durante su vida, se consagró como uno de los grandes nombres de la alta costura internacional.
A los 18 años viajó a España para estudiar Bellas Artes y conoció a Cristóbal Balenciaga, con quien dio sus primeros pasos en el mundo de la moda. Después, se trasladó a París para seguir creciendo personal y laboralmente, donde colaboró con algunos de los mejores diseñadores internacionales, como Antonio del Castillo, a quien asistió en la casa de moda francesa Lanvin.
El reconocimiento no tardó en llamar a su puerta y pronto tuvo que trasladarse a Nueva York para debutar como director creativo de la marca norteamericana Elizabeth Arden. Y en 1965 fundó su marca homónima en Nueva York.
Se cree que Óscar de la Renta marcó verdaderamente la historia al convertirse en el primer latino en diseñar para una casa francesa en 1993, cuando lo contrataron en Balmain. Sin embargo, estas aseguraciones debemos tomarlas con precaución, pues la historia nos ha demostrado que son muchos los nombres que se quedan en la sombra y no conocemos hasta que alguna investigadora o investigador los “descubre”. No es por quitarle el crédito a Óscar de la Renta, que sin duda merece un lugar importantísimo en la historia de la moda latina y del mundo, pero no sabemos a quién más podremos encontrar a medida que continuemos expandiendo las fronteras de esta historia.
Óscar de la Renta supo usar el glamour de sus creaciones para hacerse con un nombre internacional entre las grandes marcas de moda de todo el mundo. Sus modelos elegantes realzaban como pocos la belleza femenina con clase. Gracias a ello, triunfó y consiguió que sus boutiques estuvieran presentes en la mayoría de países del mundo. Vistió a muchas mujeres, celebridades y primeras damas. Su emporio también pasó a bisutería, muebles y perfumes. Oscar de la Renta fue un creador de tendencias líder en el mundo del prêt-à-porter y los fantásticos vestidos de novia y su casa homónima sigue construyendo su legado incluso después de su muerte, actualmente bajo la dirección creativa de Laura Kim y Fernando García.
Adolfo Sardinia
Siguiendo nuestro viaje por el Caribe, llegamos a Cuba, en donde nació Adolfo Sardinia en 1933. Como muchos otros diseñadores, Adolfo inició su camino en la moda en París, como sombrerero de Cristóbal Balenciaga entre 1950 y 1952. Luego se trasladó a Nueva York, en donde continuó su trabajo como sombrerero, esta vez para la marca Emme. A partir de 1957 comenzó a trabajar también con Chanel. Fue tal la fama que ganó Adolfo Sardinia como sombrerero, que en 1955 le otorgaron un premio Coty de sombrerería y, en 1959, a la marca Emme (bajo su dirección), le otorgaron un premio de moda de Neiman Marcus.
En 1962, Adolfo Sardinia dio el gran paso hacia la fundación de su propia marca, con el impulso y el apoyo financiero del diseñador norteamericano Bill Blass, sus allegados y su clientela. Fue tal el éxito de la línea de Adolfo, que pudo pagar todas las deudas para el lanzamiento de la marca en 6 meses. Esto se debe, muy probablemente, a los trajes tejidos ligeros, fáciles de transportar y cuidar, inspirados en Chanel, así como los vestidos-abrigo, caftanes y vestidos de noche con lazos amarrados alrededor del cuello. Más adelante creó diseños “divertidos y fantasiosos” que incluían chaquetas bolero ricamente decoradas, blusas de organdí y conjuntos de noche hechos con edredones antiguos.
El estilo de Sardinia conquistó rápidamente a las mujeres de la élite neoyorquina. Entre sus primeras clientes estuvieron Wallis Simpson, Duquesa de Windsor, la heredera y socialité Gloria Vanderbilt y Nancy Reagan, incluso desde antes de convertirse en Primera Dama. Sus diseños fueron vendidos en algunas de las tiendas por departamento más importantes de los Estados Unidos, como Neiman Marcus y Saks Fifth Avenue.
Adolfo Sardinia tenía un pensamiento revolucionario frente a la moda, pues creía que cada persona, por medio de la combinación de diferentes estilos, podía crear su propia moda de manera individual. Fue tal el impacto de Adolfo que, en 1969 le otorgaron otro Premio Coty, esta vez por su contribución a la moda de pies a cabeza. Tras su muerte el 27 de noviembre de 2021, el diseñador y ex-presidente del Consejo de Diseñadores de Moda Norteamericanos (CFDA) Stan Herman describió a Adolfo Sardinia como “la Greta Garbo de los diseñadores” y aseguró en una conversación con Women’s Wear Daily que pocas personas reconocen su importancia como diseñador. Esperemos que esta importancia no se pierda en la historia, a medida que pasan los años y se va olvidando el legado de Adolfo Sardinia.
Carolina Herrera
Siguiendo nuestro viaje hacia el sur, llegamos a Venezuela. Y me imagino que al decir moda, historia y Venezuela, saben ya de quién tenemos que hablar. Pocas mujeres en este mundo han tenido la posibilidad de ver crecer un imperio empresarial de creación propia y mucho menos mujeres latinas. Pero por suerte hay algunas que han logrado revolucionar ciertos ámbitos de negocio. Un ejemplo de esto es Carolina Herrera.
Nacida en Caracas el 8 de enero de 1939, su juventud transcurrió en el entorno de la alta sociedad caraqueña de los años cincuenta, bajo la tutela de una institutriz. De pequeña, aprendió a coser para confeccionar ella misma la ropa de sus muñecas, pero a medida que fue creciendo dejó de interesarle; en lugar de eso, se convirtió en una lectora voraz. Su madre le decía que tenía que ser culta, que tener una vida interior fructífera era muy importante, que la belleza era importante, pero que si no había nada dentro de ella, se iba a sentir muy sola.
Carolina se casó a la edad de dieciocho años con un joven de otra familia de la alta sociedad venezolana, Guillermo Behrens Tello. Con él tuvo dos hijas, pero el matrimonio terminó después de menos de una década; esto la convirtió en la primera mujer de su familia en optar por un divorcio y eso resultó en un bochorno para su círculo. Se devolvió a la casa de sus padres con sus hijas y durante un tiempo trabajó como publicista para el diseñador italiano Emilio Pucci. Pronto renovó su relación con Reinaldo Herrera Guevara, a quien había conocido cuando era niña. A los treinta años, Carolina Herrera comenzó a aparecer regularmente en las listas internacionales como una de las socialités mejor vestidas y, en 1980, ella y su esposo se mudaron a Nueva York con sus niñas. Allí, Reinaldo comenzó a trabajar como uno de los editores de la revista Vanity Fair y la pareja comenzó a codearse en círculos sociales importantísimos del arte y la cultura neoyorquina, que les valieron amigos como la princesa Margarita de Inglaterra y el artista pop Andy Warhol.
A sus cuarenta años, Carolina consideró por primera vez crear algún tipo de negocio relacionado con la moda y pensó en el diseño de telas. Una vieja amiga de la familia, Diana Vreeland, editora icónica de la revista Vogue por esos años, le sugirió hacer una línea completa de ropa. De modo que Herrera, en el otoño de 1980, llevó a Nueva York cerca de veinte vestidos diseñados por ella. Pidió prestado el apartamento de Park Avenue de un conocido e invitó a sus amigos para que vieran la exhibición.
Proveedores para algunas tiendas minoristas de moda lujosa de la ciudad se interesaron por toda la línea, pero ella no tenía compañía y no había manera de producirla para todos. Así que, de regreso en Caracas, acordó con Armando de Armas (dueño del Bloque de Armas y magnate de medios de comunicación impresos en Venezuela) la impresión de sus catálogos y bocetos y, un par de meses después, un atelier de diseño, Carolina Herrera Ltd., abrió sus puertas en la Séptima Avenida de Nueva York. Su primera colección completa se mostró en el Metropolitan Club de Nueva York en abril de 1981. Las socialités que la conocían se convirtieron en sus primeras clientes fieles, como la magnate Estée Lauder y la ex primera dama de los Estados Unidos, Jacqueline Kennedy Onassis, para la cual diseñó todos los vestidos que usó en sus últimos diez años de vida.
La ropa de Carolina Herrera marcó tendencia en la década de 1980. Fue una de las primeras en usar hombreras, pues creía que los hombros más amplios hacían que las cinturas de las mujeres parecieran más pequeñas, y le encantaba también el uso de mangas elaboradas, que dieron muchísimo de qué hablar, a pesar de no ser tan nuevas, pues fueron una característica de la moda en la época isabelina. Lo que hizo fue adaptarlas a los tiempos modernos.
En 1990, después de una década con su negocio, las cifras de venta al por mayor alcanzaron los veinte millones de dólares y, para celebrar esto, Carolina dirigió la apertura de una nueva sala de exhibición de lujo en la Séptima Avenida de Nueva York. Ella ha admitido que la industria de la moda es difícil, y señala que la mujer moderna tiene cada vez más urgentes preocupaciones, y eso se expresa en su vestimenta.
Annaiss Yucra
Otra mujer de la que tenemos que hablar, y siguiendo nuestro viaje por sudamérica, es Annaiss Yucra, quien, a través del concepto de “artivismo”, busca crear moda que reflexione sobre problemáticas sociales y lleve a sus consumidores a cuestionar el estado del mundo actual. Nacida en Perú, Annaiss se identifica como la tercera generación de mujeres indígenas en su familia, que trabajan en la producción textil y de moda. Pero su carrera profesional comenzó lejos de la moda, como estudiante de economía en la Universidad del Pacífico en Perú. A los 20 años decidió dejar este camino para trasladarse a Inglaterra, en donde finalmente estudió arte, diseño y moda. Y en el 2018, poco después de graduarse con honores de la Universidad de Nottingham Trent, fundó su marca homónima.
Desde entonces, Annaiss Yucra ha creado sus diseños inspirada en la diversidad estética de Latinoamérica, sus colores y su diversidad. Pero lo que más la inspira son los movimientos sociales, por lo que siempre está buscando, a través de sus creaciones, erradicar los obstáculos que impiden que tanto las personas como el planeta, en general, alcancen su máximo potencial. Annaiss le apuesta a la sostenibilidad con el uso de técnicas ancestrales para la producción textil, introduciendo también alternativas al cuero como la fibra de piña.
Como mujer con sangre indígena, Annaiss Yucra también cuestiona lo que es y puede ser la moda indígena: no se trata de algo separado de la moda ni aparentemente estancado en el tiempo; la moda indígena es perfectamente contemporánea y, en el caso de Annaiss Yucra, tiene el potencial para cambiar vidas. Su impacto ha sido reconocido con una variedad de premios, incluso en la corta vida que hasta ahora tiene la marca. En el 2020, Annaiss Yucra fue finalista del Premio de Diseño Redress con su colección “Matriarcado”, que denunciaba el abuso y la opresión contra mujeres y niñas del Perú. Y hace tan solo unos días ganó el premio a Mejor Proyecto de Impacto Positivo en el Latin American Fashion Summit 2022 en Miami. Liderada por mujeres como Annaiss Yucra, no cabe duda de que la moda indígena de Abya Yala tiene el gran potencial de conquistar el sistema global de la moda.
Gabriela Hearst
Y yéndonos a diseñadores latinos en marcas europeas, en la actualidad, no podemos no mencionar a Gabriela Hearst.
Nacida en Uruguay, se crió en el seno de una familia productora de lana y creció en un rancho, rodeada de caballos y ovejas, un entorno que marcó su visión del mundo. Tras mudarse a Nueva York, trabajó como modelo y fundó una marca con 700 dólares, llamada Candela. Esta pequeña firma le serviría como entrenamiento para la creación de su exitosa firma homónima, Gabriela Hearst.
La identidad de Gabriela y de su marca, que se presenta en Nueva York, está basada en el lujo honesto y artesanal. Tanto es así que Nicole Phelps, directora de la plataforma Vogue Runway, la bautizó como el “Hermès americano” en Vogue USA. Lo cierto es que la marca de Gabriela Hearst comparte muchos valores con la maison francesa: su forma de entender los materiales, su gusto por los caballos y su exclusividad.
De hecho, el bolso Nina, uno de sus modelos más famosos, tiene lista de espera en su web, fruto de su estrategia de crecimiento sostenible.
A Hearst no solo la avalan los medios y las ventas, sino también los premios y reconocimientos por parte de la industria. Primero ganó el Premio Woolmark en 2017 y, tras recibir dos nominaciones consecutivas a los Premios CFDA en 2017 y 2018, en 2020 se alzó con el reconocimiento a mejor diseñadora de moda femenina en los galardones más prestigiosos de la industria norteamericana.
En 2019, el grupo LVMH compró una parte minoritaria de la marca sin alterar un ápice su esencia. En diciembre de 2020, y tras la salida de Natacha Ramsay-Levi de la marca, Hearst fue nombrada nueva directora creativa de la casa de moda francesa Chloé. Hoy en día, la uruguaya continúa a la cabeza de su firma homónima, papel que compagina con su nuevo puesto en Chloé.
Kika Vargas
Y hablando de LVMH, no podemos dejar de mencionar a Kika Vargas, quien hizo historia el año pasado, cuando se convirtió en la primera colombiana en llegar a la semifinal del Premio LVMH a diseñadores jóvenes. (Y vale la pena recordar que, de más o menos 1900 aspirantes al premio, solamente 20 pasaron a la semifinal, para que se den cuenta del gran logro que es llegar hasta ahí.)
Kika Vargas ya cuenta con 10 años de experiencia en la industria de la moda. Inició estudiando bellas artes en SAIC, The School of the Art Institute de Chicago, y luego diseño de modas en el Insituto Marangoni de Milán. En Italia trabajó con Missoni antes de lanzar su marca homónima en el 2011. Rápidamente, comenzó a vender en showrooms y tiendas en ciudades como París, Londres y Nueva York y conquistó hasta los competitivos mercados asiáticos.
En Colombia, el talento de Kika Vargas también ha sido reconocido a pesar de que su estética amplia y estructural es bastante diferente a la que se asocia con muchas otras diseñadoras latinas. Ha recibido dos veces el premio Lápiz de Acero en la categoría mejor diseñador colombiana, ganó el Infashion Award por la misma categoría y ha sido protagonista de clausuras de importantes eventos de moda como Colombiamoda. Además, ganó la primera edición del premio “Pitch to LAFS” impulsado por el Latin American Fashion Summit y fue seleccionada para participar en la plataforma BG Radar de Bergdorf Goodman, que resalta el trabajo de diseñadores emergentes.
Más allá de los premios y la fama, el que Kika Vargas —o cualquier otro diseñador latinoameircano, si a eso vamos— logre llegar a la final del premio para diseñadores emergentes otorgado por LVMH solamente refuerza la idea de que aquí también hay talento y de que no es únicamente lo norteamericano o europeo lo que se puede consagrar en la cumbre de la moda global; la moda latina es digna de admiración y hasta tiene la capacidad de liderar un sistema moda más creativo e inclusivo a nivel global.
Los contextos en que surge la moda han sido vitales para la escritura de su historia a nivel global. En Latinoamérica, en donde esta historia apenas se está descubriendo y difundiendo, es importantísimo que aprendamos a reconocer quiénes son los nombres que la han escrito. Contar las historias de los diseñadores nos acerca a una realidad que puede ser también nuestra, y a preguntarnos: ¿Tengo yo algo de Dior? ¿O tal vez el ojo de Óscar de la renta? ¿O la posibilidad de ser vista como Kika Vargas? ¿Qué historia tengo qué contar?